viernes, 11 de octubre de 2013

Kábalah JUDIA : Alma, Néfesh, Rúaj, (Neshamá) (7) Vicente Alcoseri

Kábalah JUDIA : Alma, Néfesh, Rúaj, (Neshamá) 
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Y formó YHVH Elohim al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus fosas nasales aliento de vida, y fue el hombre ser vivo” (Génesis, II: 7). En esta forma tan, aparente- mente, simple expone la Torá el ingreso del alma en el cuerpo. El alma ocupa una parte importante en todas las filosofías, sean o no religiosas. Como todo, en este plano dual, se han mantenido a través del tiempo dos corrientes de opinión contradictorias respecto a la existencia del alma. Las manifestaciones en pro y en contra han sido múltiples y la posibilidad de algún tipo de coincidencia es inexistente, por ser las posiciones absolutamente antagónicas. Para nosotros la única razón de ser de la vida humana es el alma, pues sin ella la existencia en este plano no tendría ningún sentido ni finalidad real. En un orden de ideas similar, Platón sostenía que la verdadera esencia del ser humano es el alma y que el cuerpo es el vehículo que permite, en sucesivas reencarnaciones, recorrer el camino de regreso hacia el estado de existencia pura. La Cábala jerarquiza el alma en niveles, tal, como lo expone el Zohar en la sección Lej Lejá: “Alma, Néfesh, es la incitación más baja, sostiene y alimenta el cuerpo y se halla estrechamente ligada a él. Cuando se califica suficientemente, llega a ser el trono sobre el cual descansa el espíritu inferior, Rúaj, como está escrito: ‘hasta que sea derramado sobre nosotros el espíritu desde lo alto’ (Isaías, XXXII: 15). Cuando ambos se han preparado suficientemente, están listos para recibir el espíritu más elevado, Neshamá, al cual el espí- ritu más bajo le sirve de trono, y que es indescubrible, supremo sobre todo. Así, hay un trono que descansa sobre un trono, y un trono para el más elevado. Con observar estos gra- dos del alma, se obtiene una visión en la Sabiduría superior, y es totalmente a través de la Sabiduría que ciertos misterios se conectan entre si. Pues, Néfesh es la incitación más baja a la que el cuerpo se ajusta, como la luz oscura en la parte inferior de la llama de la vela que se pega a la mecha y sólo existe por ella. Cuando está plenamente encendida, se vuelve un trono para la luz blanca de encima de ella. Cuando ambas están plenamente encendidas, la luz blanca se convierte en un trono para una luz que no puede ser plenamente discernida, un algo desconocido que descansa sobre esa luz blanca, y así se forma una luz completa. Así acontece con el hombre que alcanza la perfección y es llamado santo”. Aquí el Zohar no sólo nos habla de los grados del alma, sino de que estos deben de ser ob- tenidos por méritos. En ello insiste en la sección Ajaré Mot: “Si un hombre hace bien con su alma (Néfesh), desciende sobre él cierta corona llamada espíritu (Rúaj), y lo insta a una más profunda contemplación de las leyes del Rey Santo. Si obra bien con este espíritu, es investido con una noble corona santa llamada súper-alma (Neshamá), que puede contem- plar todo”. El alma, como fuerza de energía inteligente, es una sola para cada individuo. Pero, como abarca desde el mundo de Briah hasta el de Assiah, se fracciona vibratoriamente de acuerdo a cada uno de los niveles. Esto, genera una notable diferenciación que produce el. efecto aparente de que fuesen niveles independientes, lo que en realidad no es así ya que permanecen concatenados. De acuerdo a la Cábala, el alma está compuesta por tres niveles: Néfesh, Rúaj y Neshamá. Cada uno de ellos tiene, a su vez, tres divisiones. Nos volvemos a topar con las tríadas, como en cada aspecto creativo importante. Néphesh –???–, es el nivel inferior del alma, la energía vital. Se mueve en el mundo de Assiah. Rúaj –???–, es el alma intermedia, el alma personalidad. Pertenece al mundo de Yetsirah. Neshamah –????–, es el nivel superior del alma, en contacto con las fuerzas creativas. Corresponde al mundo de Briah. Néfesh, que es el nivel preponderante en nuestro plano físico, se divide en tres grados: vi- tal, astral y mental. Los cuales van siendo adquiridos a través de un proceso evolutivo. Veamos, a grandes rasgos, como es el proceso. Comenzaremos dando respuesta a una pregunta que es controversial; ha suscitado polémi- cas ylo seguirá haciendo. ¿En qué momento entra el alma en el cuerpo?. En el momento del nacimiento, en el instante de la primera inspiración del niño. Esta aseveración está apoyada en la Torá, Génesis 2,7, el versículo con que se comenzó este capítulo. En un análisis superficial, se puede observar que Dios insufló el “aliento de vida” una vez que hubo concluido de configurar al hombre, no durante el proceso formativo. Aliento de vida es nish- mat jayim, lo cual especifica que se trata del alma. El soplo en las fosas nasales indica que fue la primera inspiración. Por tanto, debemos de interpretar que es en el momento del nacimiento cuando se recibe el alma. El Zohar corrobora, indirectamente, esta afirmación cuando en el fragmento ya citado en el capítulo octavo especifica, en líneas generales, que quien nace en menguante será infortunado, y afortunado quien lo hace en creciente, pues: “...es la Luna quien en todos los tiempos y estaciones pone en libertad las almas para que entren en los hijos de los hombres”. Correspondencia que lleva implícita la incorporación del alma al momento del nacimiento. Por supuesto que esta aseveración sorprenderá a ciertos lectores, porque contradice una de las tesis generalmente aceptadas y como tal establecidas. Es posible que se hagan preguntas como la siguiente: ¿Si en el período de gestación no está el alma presente, qué le da vitalidad al feto?. Esta y muchas otras interrogantes acudirán a sus mentes, como en su momento cruzaron por la de quien esto escribe. El respondérsela, con mayor o menor claridad, dependerá del grado de madurez espiritual que vayan adquiriendo. Por nuestra parte, no entraremos a dilucidar sobre las ramificaciones de lo que se expone, sino que continua- remos presentando los aspectos fundamentales. La parte del alma que es captada por el cuerpo del bebé en su primera inspiración, viene indicada en el propio versículo del Génesis al que estamos haciendo referencia. El cual concluye: “...y fue el hombre ser vivo”. Ser vivo, es néfesh jayá. Lo que da la pauta para saber que se trata del nivel néfesh, en su grado inferior, el vital. Es por lo tanto a néfesh, en su grado vital, la que recibe el cuerpo en el momento del naci- miento. Este peldaño del nivel inferior del alma se va desarrollando hasta los siete años. A esta edad se debería de contactar el grado astral. Y en el siguiente septenario, que comien- za a los catorce años, existe la posibilidad de captar la división mental. Depende de la evolución de anteriores reencarnaciones, que a los veintiún años se haya consolidado o no el aspecto mental. Hay personas que en una vida relativamente larga, nunca logran desa- rrollarlo completo. Hay otras que no pasan del grado astral, con breves contactos en el mental. Si se obtuvo el nivel de rúaj en la última encarnación y se mantuvo al final de la misma, se tienen grandes probabilidades de contactarlo después de los veintiún años. De todas for- mas, el que se logre más temprano o más tarde depende de dos factores: el grado de rúaj alcanzado y el desarrollo en la actual reencarnación. Rúaj también tiene tres divisiones, como se dijo arriba, que se deben de ir adquiriendo paulatinamente. El ascender por esta escalera evolutiva es la meta real de cada encamación, según se ha indicado reiteradamen- te. Cada septenario incita al cambio. Se producen cambios en la parte física y también en la psíquica. La transformación que se origina en el lado espiritual puede ser evolutiva o in- volutiva, siendo el comportamiento lo que dirige el rumbo. Al alcanzarse el nivel de neshamá no se reencarna más en este plano; se continúa evolu- cionando en un nivel vibratorio superior. Por otro lado, la involución extrema lleva a rena- cer en un plano inferior. En diversas oportunidades se me ha preguntado si hay una forma de demostrar la reencar- nación. Considero que la mejor manera es analizando la vida. Pues, esta no puede ser com- prendida ni explicada si no es a través de un proceso reencarnativo. Aquí, retomamos lo que se comenzó a decir en el capítulo octavo sobre el mazal. Cuando este es adverso, po- dría significar, aunque no necesariamente, que existen importantes débitos pendientes de la encarnación anterior que hay que cancelar. A estas deudas se les denomina mishpat en Cá- bala, no obstante ser el de karma, en sánscrito, el nombre por el que son más conocidas debido a la proliferación de conceptos hindúes en occidente. Partamos de la base de que toda alma que reencarna en este plano tiene un mishpat pendiente, no sólo aquellas que aparecen con un mazal adverso. Este mishpat es el resultado de transgresiones a las leyes cósmicas, como se dijo en el octavo capítulo. Mientras no se eliminen las deudas pendien- tes, evitando adquirir otras nuevas, a la vez que se hacen méritos para poder tener acceso a niveles superiores, no se dejará este piano. Se regresará, una y otra vez, hasta lograrlo, o en su defecto pasar a un piano inferior. Son bastante numerosas las probables variables en la programación inicial de cada reen- carnación, tantas como las combinaciones posibles con planetas y signos. Pero, lo engloba- remos en cuatro grandes grupos, dependientes de una buena o mala suerte aparente. Si se nace con un mazal negativo, en su conjunto, puede ser por un mishpat severo, o por un mishpat leve al que han sido adicionadas duras pruebas. En el primero la vida se pre- senta con terribles traumas que hay que sufrir y esto, aunado a la incomprensión del moti- vo, hace muy difícil superarlos ya que se interioriza todo ese padecimiento como una in- justicia, al ser independiente de la actuación del individuo. En el segundo caso el ambiente es similar, en general, variando sólo en el hecho de que quien lo sufre no lo hace por casti- go sino, más bien, como una especie de premio. Y esto que puede sonar extraño, desde el punto de vista humano, se explica por la ley de acción y reacción, presente en diversos niveles. Este conocido principio, que incluso se introdujo en la Física enunciado por New- ton, expresa que si un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, el segundo produce, a su vez, una fuerza igual y opuesta que actúa sobre el primero. Traducido al ámbito espiritual re- sultaría que cuanto más se avanza por el sendero evolutivo mayor oposición hay que supe- rar. Y concretándolo al caso que nos ocupa, al recibir a rúaj se obtiene adicionalmente una vida difícil. Pero, como se dice arriba, no hay que considerarlo castigo sino premio, pues básicamente significa que son pruebas a superar para alcanzar el nivel de neshamá, lo cual indica que se forma parte de un grupo selecto. Es el sentido de lo que señala el Zohar en el párrafo de la sección Vayeshev, ya expuesto en el capítulo ocho, cuando dice: “De ahí que todos los que se hallen afligidos en este mundo a pesar de ser verdaderamente justos sufren por el infortunio de sus almas. Pero en compensación, el Santo, Bendito Sea, se compadece de ellos en el mundo por venir”. Si se nace con un mazal positivo, en su conjunto, puede ser por un mishpat suave, o por un mishpat tan fuerte que el alma tiene remotas posibilidades evolutivas. En el primer caso se trata de almas que tuvieron un comportamiento aceptablemente adecuado en su última re- encarnación, mereciendo una vida relativamente cómoda -pues, vida fácil no existe en este plano-. En el segundo, la situación es similar, pero los motivos son totalmente antagónicos al anterior. Son individuos que vienen de transgredir reiteradamente las leyes cósmicas para lograr sus propósitos, anteponiendo el egoísmo a cualquier otro principio. Su involu- ción llegó a un nivel tal que son desechos de este plano, pero todavía utilizables en él con el único objeto de hacer cumplir los designios divinos. Por lo que vuelven a reencarnar una vez más en este estrato con la finalidad de ser los instrumentos de tortura que ayuden a purificarse a los que así lo ameriten. Para ello deben de tener una vida con amplias oportu- nidades a fin de que les brinde la factibilidad de cumplir su triste misión que, por lo demás, es necesaria. Bajo estas circunstancias es muy difícil que puedan lograr el equilibrio sufi- ciente para que, partiendo de él, comiencen un proceso evolutivo. No es imposible desde un punto de vista teórico, pues todo ser que reencarna en este plano tiene esa posibilidad, no obstante en la práctica no se suele dar este fenómeno. Por este último caso de mazal positivo se explica el porqué hay personas que a pesar del daño que causen parece como si todo se les facilitase en la vida. Y también ayuda a com- prender que lo supuestamente injusto no lo es tal, pues si hay algo que el lector debe de tomar como un hecho incuestionable es el de que todos los sucesos en la vida del ser hu- mano están dentro de la más estricta justicia. El motivo podrá ser inentendible, pero nunca injusto. Estos cuatro grupos no son sino una guía; las posibles variables son numerosas, como se decía arriba. Encuadrado en un nacimiento afortunado o infortunado existe un cúmulo de posibilidades, que va desde la forma más suave a la más extrema, en ambos casos. Cada reencarnación es una oportunidad para ascender peldaños evolutivos. La forma de lograrlo es eliminando el mishpat existente, en forma paulatina, al tiempo que se evita su producción. Al proceso restaurador se le denomina ticún –????– corrección, pues por su intermedio se va rectificando el mishpat acumulado. El ticún engloba el sobrellevar pa- cientemente el sufrimiento a que se ha hecho acreedora el alma y la realización de los sa- crificios y buenas obras que efectúe la persona en el transcurrir de su vida. Es muy difícil, por la dinámica del plano en que se reencarna, evitar la adquisición de mishpat, pero lo importante es mantenerla al mínimo a la vez que el proceso de ticún la supere ampliamen- te, equilibrando el que se vaya obteniendo y reduciendo, al máximo, el que se tenía acu- mulado. De esta forma se va evolucionando espiritualmente, hasta lograr el guemar ha ti- cún -final de la corrección- por el que se alcanza neshamá y no se reencarna más en este plano. Consideraremos brevemente un par de aspectos importantes en la relación alma-cuerpo, como son la sangre y el semen. La sangre es el puente entre la parte vital de néfesh y el cuerpo. “Sólo asegúrate de no comer la sangre, pues la sangre es el alma (néfesh) y no co- merás el alma (néfesh) con la carne” (Deuteronomio, XII: 23). Así como este, en otros lu- gares de la Torá se hace hincapié en que la sangre es parte del alma, como en Génesis, IX: 4, Levítico, XVII: 14, etc. La sangre de cada ser humano es distinta, por cuanto correspon- de a la influencia de un alma-personalidad diferente. Aparte de la actividad vitalizadora que es ampliamente conocida, ejerce otras funciones que no lo son tanto. Una de ellas es la de ser memoria impresa de las actividades personales. Todo lo que la persona piensa, dice o realiza queda grabado en la sangre. Es el archivo de la trayectoria vital de cada individuo, en constante contacto con el Avir. El semen posee las vibraciones del centro de energía yesódico humano que, como se dijo en el capítulo cuarto, corresponde al nivel genital. Estas vibraciones, como también se in- dicó en su momento, generan el mayor nivel energético que el ser humano común pueda originar. Al producirse la eyaculación seminal, todo lo que contacte queda impregnado de sus potentes vibraciones. En una relación sexual, la mujer recibe un influjo vibratorio que generalmente le pasa desapercibido, pero produce efectos en su campo bioenergético. A través de una sola relación es difícil, salvo excepción, que la influencia sea importante. Pero, con la repetición del acto se va produciendo una metamorfosis vibratoria en el vórti- ce yesódico femenino que incluye, en forma constante, las vibraciones de su pareja. Re- sulta, por tanto, que el hombre influencia a la mujer, lo que no sucede a la inversa. Lo cual no significa que la promiscuidad sea mala solamente para la primera. Si una mujer ha mantenido relaciones sexuales durante un tiempo con un mismo hombre y decide tenerlas con otro, recibe de este un influjo que choca con el ya establecido. Ello le acarreará inarmonía energética, a corto plazo, incluso a nivel psíquico. Por supuesto que cuantos más cambios de pareja se produzcan, mayores problemas se harán presentes. Es posible, y sólo posible, que si a la postre mantiene una relación monogámica estable pueda, tras desajustes iniciales, lograr un equilibrio emocional. El caso del hombre es diferente, pero no menos problemático. No recibe la influencia de la mujer, pero si lo hace de la energía vibratoria proyectada por su antecesor. En algunos ca- sos, esto puede presentar un lastre muy fuerte en la vida del individuo. Incluso si el prede- cesor sexual ha fallecido, su espíritu, que está conectado a los lugares en que permanecen sus vibraciones vitales, puede lograr el deceso del intruso. Tal como expone el Zohar en la sección Mishpatim: “Entonces, ¿qué se hace del espíritu de un hombre común cuya viuda ha vuelto a casarse?... Cuando el espíritu del segundo marido entra en el cuerpo de la mu- jer, el espíritu del primer marido lucha con él, y no pueden vivir juntos en paz, de modo que la mujer nunca es feliz con el segundo marido, porque el espíritu del primero la espo- lea siempre, el recuerdo de él siempre está con ella, haciéndola llorar y añorarlo. En reali- dad, el espíritu de él se retuerce en ella como una serpiente. Y así pasa un tiempo largo. Si el segundo espíritu prevalece sobre el primero, este sale. Pero si, como ocurre a menudo, el primero conquista al segundo, ello significa la muerte del segundo marido. Por eso se nos enseña que después de haber una mujer enviudado dos veces, nadie ha de casarse con ella de nuevo, porque el ángel de la muerte se apoderó de ella, aunque la mayoría de la gente no lo sabe... pero quien se casa con una viuda es como uno que se aventura en el océano durante una tormenta, sin timón y sin velas y no sabe si cruzará a salvo o se hundirá en las profundidades”. Para finalizar este punto diremos que el permanente intercambio de este tipo de vibracio- nes no es lo más adecuado para mantener una sociedad psíquicamente sana, y sí lo es para que se convierta en alienada. Vimos al principio del capítulo lo que sucede con el alma en el momento del nacimiento pero, ¿qué pasa con el alma cuando el cuerpo muere?. El proceso es el inverso al del naci- miento. Primero se desprende el nivel mental de néfesh, cuyo punto de contacto es el cere- bro. Después se eleva el nivel astral, cuyo centro está en el hígado. Por último el nivel vi- tal, el cual radica en el corazón Este último nivel permanece al lado del cadáver y sufre por la muerte del cuerpo físico. Si la muerte ha sido violenta, como en el caso de un acci- dente, permanece por un tiempo desorientado tratando de realizar lo que hacía en vida del cuerpo. Desesperándose porque no lo escuchan ni lo toman en cuenta. En todos los casos, al ver llorar a familiares y amigos la tristeza que lo embarga es terrible. Se apega tanto más a este piano, en cuanto más materialista fuese la persona. Tratando de continuar tomando decisiones e influenciando el medio ambiente para lograr sus objetivos, en forma instintiva. Lo cual es, generalmente, perjudicial para familiares y amigos y mu- cho más para los enemigos. El tiempo de permanencia del nivel inferior de néfesh por los lugares habituales en vida del cuerpo, lo expone el Zohar en forma general en la sección Vayehí: “Durante siete días el alma va de la casa a la tumba y viceversa, de duelo por el cuerpo, y tres veces al día el al- ma y el cuerpo son castigados juntos, aunque nadie lo perciba. Después de esto el cuerpo es retirado y el alma es purificada en la Guehena, de donde sale para merodear por el mun- do y visitar su tumba hasta que adquiere una vestidura. Después de siete meses el todo se halla en quietud: el cuerpo reposa en el polvo y el alma es revestida en su vestidura lumi- nosa”. Esto no es norma fija, pues hay muchas excepciones. Su permanencia en este plano depende, fundamentalmente, del grado de apego por las cosas materiales que tuviese el difunto y de la ayuda que se le preste a su alma en este trance. Una forma, desgraciadamente muy común, de mantener a néfesh sin tomar su adecuado camino es la de invocar al fallecido, involucrándolo al pedirle ayuda en los problemas co- tidianos. Esto es solamente un acto egoísta, que además perjudica en gran medida la evolu- ción del alma de la persona fallecida. Lo que se debe de hacer es tratar de ayudar a esa al- ma, en los difíciles momentos que está atravesando, para que se encamine adecuadamente. Un aspecto que debería de ser tomado en consideración es el de la necesidad de darle se- pultura, o cremar, al cadáver con la menor dilación posible. El motivo lo indica el Zohar en la sección Emor: “Después de que el alma ha dejado el cuerpo y el cuerpo permanece sin aliento, está prohibido mantenerlo sin sepultarlo. Porque un cuerpo muerto que es dejado sin sepultura por veinticuatro horas causa una debilidad en los miembros de la Carroza e impide que el designio de Dios se cumpla; porque tal vez Dios decretó que experimente una trasmigración en el día que ha muerto, lo que sería para él mejor, pero mientras el cuerpo no está enterrado, el alma no puede ir a la presencia del Santo ni ser transferida a otro cuerpo. Porque un alma no puede entrar en un segundo cuerpo mientras no está ente-rrado el primero”. Una parte de néfesh ayuda en la descomposición del cadáver y se retira al finalizar su labor. Labor que no es necesaria en el caso de cremación; siendo este uno de los diversos motivos que la hace aventajar al entierro. En cualquier caso queda, en huesos o cenizas, un residuo anímico que perdura. Es lo que se conoce en Cábala como hebel garmí (espíritu de la osamenta). Este hebel garmí es el que se contacta al evocar al ser desencarnado. Posee una memoria muy vaga de los hechos realizados durante la encarnación del alma y es muy manipulable e instintivo. Es terrible que utilicen a los hebel garmí, pues existe una relación entre los diferentes grados del alma y al generar cualquier desarmonía en estos, pese a ser los más inferiores, repercute negativamente en todos los niveles produciendo dificultades en sus desarrollos - De: ×Abiffæ (Mensaje original) Enviado: 17/12/2006 05:40 p.m.
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(7) Vicente Alcoseri

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